Pozi, que no tiene amigos, no tiene sexo, ni su bolsita de pastis... Lo está pasando verdaderamente mal. Tiene ansiedad. Sufre de estreñimiento. El estrés se apodera de su ser. ¡Necesita alguien con quién hablar! ¡Alguien que le ayude! ¿Y quién mejor que la samaritana de la caja?
Rossi: Ays, mi niño. Te encuentro pálido...
Pozi: No, monji... Es que estoy pasando una mala racha, ¿sabes? Que si la Miss Tetas me deja, que si no tengo colegas, estoy pasando el mono, voy al baño y nada... ¡Fatal, tía!
Rossi: Pues lo que necesitas es rezar.
Pozi: Si yo no me sé nada....
Rossi: Reza desde tu corazón, lo que te salga de dentro.
Pozi: Que no me sale ná, tía. ¡Que ya te lo he dicho! ¡Que estoy estreñido, coño! Y como no hay kiwi...
Rossi: Inténtalo, Dios ilumina a quien lo necesita. Yo te ayudaré. Vamos al Cojín Sollarium. Allí encontrarás la presencia de los ángeles.
Acuden al confesionario y Pozi improvisa unas líneas.
Pozi: Pasti, Pasti, que estás en el cielo. Tú que te llevaste al Kike y al Marcelo. Das la vida en colores y la quitas si te pones... ¡Choz! Me siento mucho más a gusto. Esto está guapo... ¿Y ya está? ¿Esto lo puedo hacer todos los días? ¿Y es gratis?
Rossi: Claro, el Señor no cobra por sus servicios, como otras...
Pozi: ¿Y cuántas veces lo puedo hacer al día, monji?
Rossi: Siempre que quieras y termines en ¡Amén!
Y Pozi encontró la forma de desintoxicarse para engancharse al Cojín Sollarium.
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